Dame
un plato de tagliatelle verdi
y tu obscenidad,
y una copa de vino rosso
servido por tus dedos
que se afinan hacia los extremos
como los de un pianista.
Dame
todas esas calles
que insinúan distanciarnos
y el tiempo que dice no encajar
en mi preciosa biblioteca.
Y si querés,
también tu desmesura
y un jugo de naranja
o tu antiguo cinismo.
Pero no me des nada
que se parezca a un “mi amor”
repetido por inercia
o cualquier otra cosa maravillosa
que hayas podido inventar
en tu otra vida
antes de conocerme.