viernes, 24 de octubre de 2008

Grito

la tempestad en la garganta
es la fuerza del grito
una furia de glaciar que se rompe
de hielo que se despedaza /
una avalancha a 6000 metros de altura
un trueno en el campo que nadie escucha

la gravedad del grito
es tan sólida como la arena húmeda
tan expansiva como el fuego sobre la paja seca
y puede terminar dejándonos indiferentes

es el vigor de la rompiente
y el diseño fortuito que crea
en las rocas del acantilado
el impulso irrefrenable que echa a volar al surfista
sobre la cresta de una ola
mientras debajo / acechan los tiburones

es la tormenta en la boca
la lluvia de cuchillos
sobre las cuerdas vocales
el desgarro / el tajo certero
el filo del hartazgo rebanando la voz
aplacando el ruido
amortiguando el murmullo
aquietándolo como una anestesia necesaria
para terminar aullando
como una loba en celo.

lunes, 13 de octubre de 2008

Nocturna en fuego

esta primavera tiene tres noches
y como si fuera una aguja que las hilvana
las atravieso por el centro /
las encadeno con una lógica impura
cosiendo entre sí sus ojales

mi saliva riega unas flores que no son tuyas
sigue el cause de lo fortuito
y se atreve a más:
a remover con los dedos
la tierra seca que dejó el invierno
en mi costurerito de barrio

una de las noches es de color apacible
y me ciñe con el brazo mojado de la tarde:
quiero prenderla a una solapa

otra se parece a las frutas prohibidas
de los jardines circulares
pero no sé bordarla en bastidores rígidos

y la mía (casi un dobladillo hecho con impericia)
se despliega como una pantalla de cine
como una tela de seda china en un montaje veloz
una revelación nunca tardía
como un tul para la novia perfecta
pero hay un rozamiento del fósforo…
y la llama.

martes, 7 de octubre de 2008

Infinitud

a Eduardo Mazo
el poeta de Las Ramblas



estamos parados en un punto del globo
y el azar nos levanta en el aire
como si fuéramos las letras desordenadas
de la primera novela
o un primer alfabeto milenario

caemos en una rambla
donde las jaulas de los pájaros
se mezclan con los aforismos del otoño

es la primera parte de encontrarse
el primer capítulo:
ser la vocal posible
para una consonante que llama

y en esos primeros roces
se trazan cartografías sin necesidad de cuadrantes
senderos abiertos a machetazos
hasta ubicar el claro que hay en cualquier selva

un poco de agua que vierta sobre nuestra boca
las palabras que necesitamos decir

y otra vez un temblor en las manos de arriba
otra combinación aleatoria / potencial / probable
que nos vuelve a encontrar en otro punto de la tierra
en una esquina cualquiera
donde las jaulas de cemento se mezclan
con las islas de palabras que creamos sobre la mesa.