el aire caliente
recorre sinuoso las bahías del cuerpo,
cae una noche
en un muelle de piel negra
la zamba de los reflejos sin doble
es una noche cualquiera,
una noche única,
una noche diseñada,
pero no es solamente una noche
es una noche primera
y una noche última,
una noche anaranjada,
sin tiempo, hilvanada a mi vestido
es una pizca de noche:
un puñado de estrellas
y cenizas como nieve
y el agua del mar como música
y son tus ojos
los que ruedan hacia mi pendiente
debajo de la espuma de las olas
haciendo las horas más lentas
más efímeras, más frágiles, más fugitivas
como el humo de esta noche oportuna
que también se apaga y se desvanece.