parada en la esquina de esta muerte
-en este abandono de pieles y de símbolos-
observo latir tantos mundos
escucho los ruidos ahí afuera:
nada es constante
(es un milagro: eso me salva)
los autos que pasan nunca son los mismos
y por primera vez festejo mi quietud
-aunque resulte doloroso
mirar de frente su verdad secreta-
cualquier acción es vacío, desierto, absurdo
sucede sólo mi respirar
que es ya rutina
y cortejo la espera que me obliga
a no avanzar ni un paso
a no retroceder ni un aliento.
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