Cuando cumplí seis años, mi tío Pablo me regaló un títere pues me dijo que estos espantaban las pesadillas por las noches. Tenía cara de cocodrilo sonriente y dos manos grandes con brazos largos que podían manejarse gracias a dos palitos de madera. Su cuerpo era un tubo de tela verde con rayas verticales rojas. Enseguida le puse de nombre “Cocodrilichón”. Y a pesar de que tenía unos robustos dientes triangulares, no me asustaban porque eran de goma espuma.
Sin embargo, no me gustaba dormir con él sobre la almohada, prefería guardarlo en una caja de madera junto a otro títere más antiguo llamado “Señor loco”, que tenía pelo naranja y unas enormes ojeras verdes. Me aseguraba muy bien de que durmieran allí porque tenía la sensación de que en la oscuridad cobraban vida.
Una mañana, cuando desperté, observé que Cocodrilichón tenía la cabeza afuera de la caja. La tapa de madera parecía estar estrangulándolo y hasta creí percibir que una lágrima rodaba de sus ojos. Estaba seguro de haberlo guardado bien la noche anterior. Me acerqué con temor. Lo toqué con la punta de mi dedo y su cuerpo estaba inmóvil. Respiré hondamente y volví a guardarlo por completo.
Ese día no podía quitar de mi mente el recuerdo de mi títere fuera de la caja. En la escuela, la señorita me llamaba la atención todo el tiempo porque yo no me concentraba en las cuentas de matemáticas. Dos más dos es cuatro, pero en mi caso, un títere en la caja más otro dentro, no eran dos títeres guardados. La matemática estaba completamente equivocada. Cómo podía explicarme yo semejante contradicción. Durante toda la clase no hice más que garabatos sobre mi cuaderno. Una inquietud extraña se había apoderado de mí.
Las semanas siguientes fueron tranquilas. Mis títeres permanecieron inmóviles cada una de las noches. Durante todo ese tiempo renuncié a jugar con ellos. Temía abrir la caja incluso de día.
Todo venía bien hasta que un domingo vino de visita mi tío Pablo.
-¡Hola Mati! –me dijo mientras me levantaba en el aire y me acomodaba sobre sus hombros.
Después me hizo volar con los brazos estirados hacia delante y yo me moría de risa. Adoraba a mi tío Pablo porque siempre se estaba riendo. Pero más tarde, después de tomar la leche chocolatada con galletitas con forma de animales dijo algo que me paralizó:
-Mati, vamos a jugar con Cocodrilichón, ¿te parece?
Me quedé mudo y mi rostro debe de haber expresado terror porque me preguntó:
-Eh!, ¿qué te pasa? ¿No te gustó el títere que te regalé?
-Sssí –balbuceé.
-Ah!, ya me parecía –dijo –entonces vamos a jugar. Vamos a hacer una obra de teatro de títeres.
Aunque traté de impedirlo, tío Pablo me arrastró de un brazo hasta mi cuarto.
-Están ahí –le dije mientras le señalaba con mi dedo la caja de madera y me mantenía alejado.
Temía que sucediera algo inesperado o incluso que los títeres no estuvieran allí. Pero tío Pablo abrió la caja y los dos títeres descansaban inmóviles en su interior. Entonces me relajé y caminé hasta la cama donde me acosté boca abajo con las manos sosteniendo el mentón.
Delante de mí una obra maravillosa surgió como del encanto. “Ajaja, ajaja” hacía todo el tiempo Cocodrilichón y yo no paraba de reírme. Así me olvidé por completo de todos mis temores.
Después tío Pablo se fue y yo me aseguré de que mis títeres estuvieran bien guardados en la caja.
Mamá me dio un beso antes de dormir. Yo estaba muy pero muy cansado, toda la tarde de juego me había dejado agotado. Apagó la luz y pronto me dormí. Creo que estaba soñando que volaba sobre el cuerpo de un cóndor cuando algo rozó mi nariz y me despertó. La luz de la luna entraba por la ventana e iluminaba de azul mi cuarto. En cuanto abrí los ojos vi, justo delante de mi cabeza, los dientes triangulares de Cocodrilichón. Iba a gritar cuando el Señor loco me tapó la boca con sus dos manos de goma espuma. Me sentía aprisionado y me cuerpo comenzó a temblar. Inmediatamente los dos ojos se me pusieron vidriosos de lágrimas.
-No te asustes –me dijo Cocodrilichón en voz muy baja.
En cuanto lo oí hablar mis ojos se abrieron como nunca antes. Mi asombro era infinito. El temor se interrumpió por un momento porque me encontraba completamente sorprendido.
-No tengas miedo, nosotros no queremos hacerte daño, sólo hablar de un asunto muy serio... –agregó mi títere.
Moví la cabeza de arriba abajo en un gesto de afirmación y esperé que volviera a hablarme. Hubiera querido contestarle con mi voz, pero Señor Loco no quitaba sus manos de mi boca.
-Mirá Matías, acá hay un problema, -comenzó a decir Cocodrilinchón con su voz áspera –la tapa de esa caja donde nos guardás es muy pesada y nosotros tenemos nuestra vida también, ¿no sé si me entendés? –preguntó por fin.
Asentí con mi cabeza. Luego continuó:
-Además, creo que en este cuarto hay suficiente espacio para los tres. Hasta podríamos enseñarte muchas cosas... –insinuó.
En ese momento, Señor Loco liberó sus manos de mi boca. Ya no tenía miedo. Incluso sentía que tenía frente a mí a dos nuevos amigos.
-¿Y qué me podrían enseñar? –pregunté con algo de timidez.
-Ah!, cada cosa a su tiempo. Primero tenemos que hacer un pacto. La caja tiene que quedar abierta durante la noche... –Cocodrilichón esperaba una respuesta y se lo notaba ansioso.
-Está bien –dije al fin –pero me tienen que prometer que no me van a asustar.
-Ajaja, ajaja –rió mi títere cocodrilo con una voz grave y fuerte –de eso no te preocupes, ya verás que podemos divertirnos juntos.
Cocodrilichón se metió entre mis sábanas y comenzó a hacerme cosquillas en las plantas de los pies con sus dientes de goma espuma.
-Jaja, jarajaja, jijiri –no paraba de reírme.
-Ya ves que no hay nada de qué asustarse... –dijo Señor Loco.
-Esta noche vamos a festejar –agregó Cocodrilichón y, de pronto, el cuarto se llenó de luces de colores. Mis dos títeres bailaban con una música de trompetas y tambores que me recordaba a la del circo.
La fiesta duró un buen rato hasta que Señor Loco comenzó a bostezar. Estaba agotado por las infinitas acrobacias que me había mostrado.
-Yo me voy a dormir –dijo con su cara demacrada de ojeras verdes.
Se dirigió lentamente a la caja y se dejó caer allí, inmóvil.
-Bueno, es hora de dormir –dijo Cocodrilichón mientras bostezaba– Matías..., es mejor que te acuestes también, mañana es la prueba de matemáticas y deberías descansar, ¡Buenas noches! – me saludó y se escabulló hacia la caja.
A partir de ese día la tapa permaneció siempre abierta. Casi todas las noches venían a jugar conmigo después de que mamá apagaba la luz. Entonces el cuarto se llenaba de colores maravillosos y esos juegos alegraban mis sueños. No recuerdo haber tenido miedo ninguna noche, de alguna manera me sentía protegido por mis dos nuevos amigos y jamás una pesadilla se apareció en medio de mi sueño. Por eso cada vez que venía mi tío Pablo le agradecía una y otra vez el regalo maravilloso que me había hecho. Él se ponía contento, aunque nunca imaginó porque yo estaba tan, pero tan feliz.
9 comentarios:
bueno, los juguetes de mi infancia pasaron de nuevo por mi corazon, que lindo, Flipps!El que mas ame fue un perro amarillo llamado Pompon que debia dormir en cierta posicion para que sus ojos (que siempre miraban hacia la derecha por algun capricho del fabricante) vigilaran la puerta por si venia alguien "malo", cuando estaba ya en su posición, dormía totalmente relajada...habia un chanchito llamado Toto y un burrito color celeste y el mejor: un avion de Cinzano!! jajaj, te quiero besos!Monty
ah! linda navegación por los recuerdos...
me parece una excelente ocupación: ejercitar la memoria.
te adoro!
Paula, entre en tu Blog y me baje los cuentos tuyos para leerlos con tranquilidad (odio leer en la compu)... Después te voy a dar mi opinión...
Mientras te invito a visitar mi Web:
http://www.alexiev.com.ar
Espero que la pasaras bien el viernes...
Saludos
Paula, gracias por tu visita.
Chusmié el blog en general, y la verdad es siempre muy grato conocer a personas con cualidaddes como las tuyas (lo digo también por lo leído en tu perfil).
Muy lindo el cuento, de verdad.
Nos estamos leyendo, saludos.
me alegra tu visita alicia...
y sí seguimos...
perdidos en la maravilla de la lectura
saludos!
Me encontré con un bello cuento, lo suficientemente bello como para llevárselo a Victoria (8)que sin dudas emitirá una opinión más autorizada. Luego de la opinión de la jurado te lo hago saber, o que lo haga ella misma.
Felicitaciones y beso.
Ricardo
Ay Ricardo... espero la opinión de Victoria... ella es la que sabe... ;)
Cocodrlichón!!!
Mencantó el cuento, lo digo en serio eh, ya me imagino al señor loco con sus ojerotas. Cuando sea grande, seré un señor loco también, veremos si de casualidá aprendo alguna acrobacia, saludos, muchas gracias!!!
Hola Migue!!
qué bueno que te gustó...
y yo creo que sí, siempre es útil saber acrobacia, el día menos pensado... jeje
besos!
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