estás quieta en una noche clara
(has logrado por fin detenerte)
y los besos te caen en la boca
como si fueran nieve
el cielo es hondo y cristalino
especial para ver los peces
nadar en libertad
avanzás hacia esa esquina
donde los caminos se bifurcan
y te quedás ahí a contemplarte
un abrazo te envuelve como una nube húmeda
y te dormís en él
soñás con un valle cálido y ancho
de pastos amarillos y flores silvestres,
llegás hasta el árbol que está en el centro
y te dejás acariciar por su sombra
te despertás, al fin,
en la noche de tu propia existencia
y disfrutás de la calma y la lucidez
mientras, imperceptiblemente,
se acercan los peces libres por el cielo
y comienza, otra vez, a nevar sobre tu boca.
viernes, 27 de febrero de 2009
miércoles, 18 de febrero de 2009
Sueño diurno
me levanté y me puse
un vestido de muchos ruidos
de color sirena de ambulancia
estaban ahí esos ojos reflejados en el espejo
y vi que las órbitas latían
con un ritmo frenético
me acuerdo que quería entrar en el cine
y ver una película muy triste
para no dar explicaciones por la angustia
que se atragantaba con mi saliva
pero sólo venía a mi mente
la imagen de ese chico de 31 años
gateando en la nieve
o esas cuerdas que se deshacían a nuestros pies
y nos ahorcaban
o las luces de los bomberos
donde no había ningún incendio
cuando llegó la noche
hubiera querido inundar la casa
pero sólo lloviznaron algunas gotas sobre mi rostro
hubiera querido el abrazo colombiano
aunque fuera sólo una instantánea utópica
ahí estaba yo intentando resistirme
a una realidad que sólo me devolvía
su existencia inflexible y cruel
mientras mi amigo me recordaba
que era imposible que midiera 1,60 mts.
sólo atiné a bajar y alejarme apurada
sabía que así abandonaba una escena
que jamás podría reconstruir
y de la que sólo me quedarían
retazos aislados de luz roja – dos ojos –
una sirena – las ruedas – la angustia –
la nieve – una cuerda – y más angustia.
un vestido de muchos ruidos
de color sirena de ambulancia
estaban ahí esos ojos reflejados en el espejo
y vi que las órbitas latían
con un ritmo frenético
me acuerdo que quería entrar en el cine
y ver una película muy triste
para no dar explicaciones por la angustia
que se atragantaba con mi saliva
pero sólo venía a mi mente
la imagen de ese chico de 31 años
gateando en la nieve
o esas cuerdas que se deshacían a nuestros pies
y nos ahorcaban
o las luces de los bomberos
donde no había ningún incendio
cuando llegó la noche
hubiera querido inundar la casa
pero sólo lloviznaron algunas gotas sobre mi rostro
hubiera querido el abrazo colombiano
aunque fuera sólo una instantánea utópica
ahí estaba yo intentando resistirme
a una realidad que sólo me devolvía
su existencia inflexible y cruel
mientras mi amigo me recordaba
que era imposible que midiera 1,60 mts.
sólo atiné a bajar y alejarme apurada
sabía que así abandonaba una escena
que jamás podría reconstruir
y de la que sólo me quedarían
retazos aislados de luz roja – dos ojos –
una sirena – las ruedas – la angustia –
la nieve – una cuerda – y más angustia.
martes, 3 de febrero de 2009
Encrucijada
“Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere.”
Michael Ende, en La historia interminable
abro los ojos y creo
que la claridad del día me muestra una imagen lúcida,
evidente, igual para todos,
como si tuviera existencia independiente de mí
entonces espero que ella me bañe de blanco
que haga transparentes mis deseos
que disipe las dudas
que se acostaron conmigo la noche anterior
y es verdad que la mañana
(por estar hecha de tiempo)
tiene el poder de revelar mutaciones
pero también es cierto todo lo contrario
porque el tiempo es un invento del hombre
como también la palabra “mañana”
o la idea misma de “inventar” o este poema
todo es tan caprichosamente complejo
que, a veces, pierdo por completo
el sentido de lo que quiero
como si los sentimientos en realidad
me nacieran de la cabeza
o el pensamiento buscara
un refugio inútil en mi corazón
un desperfecto, como si la maquinaria del cuerpo
se paralizara en un instante específico
y los ojos sintieran la sal
o la lengua descubriera los colores
o los oídos notaran un perfume incomprensible:
una realidad que es mi propio invento
y, por eso, mi propia soledad
porque el otro
(vos que coincidentemente hoy te detuviste a leerme)
también despertaste esta mañana
e intentaste bañarte con la claridad del día
e inventaste tu mundo y tu propia soledad
pero como todo es tan caprichosamente simple
intuyo que en esa distancia en que nos perdemos
es posible que tropecemos con el mismo miedo
quien sabe, pienso, también él
(ese miedo que desordena nuestras percepciones)
tenga la capacidad de inventar otro mundo
tal vez un empalme de rutas, una encrucijada,
donde podamos en verdad encontrarnos.
Michael Ende, en La historia interminable
abro los ojos y creo
que la claridad del día me muestra una imagen lúcida,
evidente, igual para todos,
como si tuviera existencia independiente de mí
entonces espero que ella me bañe de blanco
que haga transparentes mis deseos
que disipe las dudas
que se acostaron conmigo la noche anterior
y es verdad que la mañana
(por estar hecha de tiempo)
tiene el poder de revelar mutaciones
pero también es cierto todo lo contrario
porque el tiempo es un invento del hombre
como también la palabra “mañana”
o la idea misma de “inventar” o este poema
todo es tan caprichosamente complejo
que, a veces, pierdo por completo
el sentido de lo que quiero
como si los sentimientos en realidad
me nacieran de la cabeza
o el pensamiento buscara
un refugio inútil en mi corazón
un desperfecto, como si la maquinaria del cuerpo
se paralizara en un instante específico
y los ojos sintieran la sal
o la lengua descubriera los colores
o los oídos notaran un perfume incomprensible:
una realidad que es mi propio invento
y, por eso, mi propia soledad
porque el otro
(vos que coincidentemente hoy te detuviste a leerme)
también despertaste esta mañana
e intentaste bañarte con la claridad del día
e inventaste tu mundo y tu propia soledad
pero como todo es tan caprichosamente simple
intuyo que en esa distancia en que nos perdemos
es posible que tropecemos con el mismo miedo
quien sabe, pienso, también él
(ese miedo que desordena nuestras percepciones)
tenga la capacidad de inventar otro mundo
tal vez un empalme de rutas, una encrucijada,
donde podamos en verdad encontrarnos.
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